miércoles, 9 de diciembre de 2009

Los vigilantes de risa....

Porra, peluca y tacón

1. • Japón crea una fuerza con policías disfrazados de mujer para atrapar a los carteristas que roban bolsos
2. • Lo más duro, según algunos agentes, es encajar los piropos



ARTURO ESCANDÓN
TOKIO

Un escuadrón de policías varones vestidos de mujer en plan travesti radical camina cadenciosamente cada noche por las calles de la ciudad de Nagoya, uno de los enclaves industriales más importantes de Japón, situado en el centro geográfico del archipiélago.
Se trata de una nueva estrategia de la policía provincial destinada a detener a los chorizos que atacan de noche a mujeres indefensas para robarles el bolso. Este tipo de delitos se ha incrementado en los últimos años debido a la crisis económica y la policía quiere poner punto y final a esta situación rápidamente, aun cuando deba recurrir a medidas algo radicales y poco ortodoxas.
Los oficiales fueron reclutados teniendo en cuenta su esbeltez, rasgos faciales femeninos y altura. Todos miden más de 160 centímetros, la estatura mínima requerida para entrar en las fuerzas policiales, pero no superan dicha marca por mucho, puesto que deben aparentar ser débiles y desprotegidas damiselas. La estatura media de la mujer japonesa es de 158 centímetros; una española mide, de promedio, siete centímetros más.

Artes marciales
Esta fuerza travesti de la policía es de temer. Todos los oficiales son expertos en artes marciales y podrían atar de manos a un buey en un abrir y cerrar de ojos. No podía ser menos en un país donde cualquier guardia de seguridad tiene miles de horas de práctica de artes marciales en el cuerpo, amén de haber participado en un centenar de competiciones. Muchos de los policías son cinturón negro en judo o están situados entre los más destacados practicantes del kárate o del kung-fu.
Antes de salir a patrullar las calles del pecado de Nagoya, situadas en la municipalidad de Naka, el barrio de la diversión y el libertinaje, se visten y maquillan cuidadosamente. Suelen llevar faldas cortas, bragas, sujetadores, zapatos de tacón y peluca. Algunos, más pudorosos, prefieren vestir pantalones y chalecos de punto de abuela.
Acompaña el conjunto un bolso de marca que, generalmente, sirve de anzuelo para los chorizos, quienes creen que en su interior se encuentra una abultada y jugosa cartera. «Es de cobardes robar a mujeres indefensas», dice un oficial de 26 años de este particular grupo.
Otro, de 25, señala que tuvo un ataque de nervios cuando un hombre detuvo su coche y comenzó a tirarle los tejos desde la calzada.
Por lo pronto, los policías travestis solo han sido víctimas de los piropos de los transeúntes. Un portavoz de la policía provincial informó de que ningún carterista ha caído todavía en las redes del escuadrón.
Los policías comienzan su labor a la medianoche y acaban de madrugada. Circulan por los callejones más oscuros y peligrosos de la ciudad aparentando ser débiles féminas.
Takayoshi Suzuki, un oficial de 25 años, de 170 centímetros de estatura y 53,5 kilos de peso, ha participado en las rondas nocturnas en cinco ocasiones, desde que se formó el escuadrón hace apenas un mes. Suzuki es un experto en kendo, un arte marcial japonés parecido a la esgrima. «Un hombre me habló desde su coche y me dijo si quería irme de paseo con él», relató en una comparecencia ante los medios de comunicación japoneses. Este oficial admitió, además, que le resultaba muy duro caminar entre tanta gente vistiendo de mujer.

De vuelta a casa
El número de robos de bolsos registrado hasta octubre de este año en toda la provincia de Aichi, en la que se encuentra Nagoya, fue de 1.309, un 6% menos de lo que reflejan los datos del pasado año.
Sin embargo, el barrio de Naka ha experimentado un incremento de un 45%, razón por la que la policía ha puesto en las calles a estos oficiales cuidadamente travestidos. En el 90% de los casos, las víctimas son mujeres.
El mayor número de asaltos se registra entre las ocho de la noche y las dos de la madrugada. Los chorizos atacan a las mujeres durante el trayecto de vuelta a casa, casi siempre tras haber terminado la jornada de trabajo.
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