miércoles, 21 de enero de 2009
Los vigilantes
'Dos policías me abrieron la cabeza'
Quico Alsedo | Madrid
Paliza policial sin venir a cuento en pleno barrio de Salamanca.Lo denuncia Carlos M., un joven de 17 años que ha interpuesto una denuncia contra dos agentes de la Policía Nacional que, asegura, le abrieron la cabeza sin mediar palabra en plena milla de oro madrileña. Su delito: haber pateado una papelera a 30 metros de la fortificada embajada de Estados Unidos. Su pena, explica: un porrazo en la cabeza que le ha valido tres grapas, dos golpes en la espalda y otro bajo uno de los muslos. Tres horas después denunció los hechos.
La historia comienza hacia las 03.30 horas del pasado sábado, en la calle de Serrano. Aunque su protagonista, bueno, no recuerda con exactitud la hora «porque iba un poco ebrio, ésa es la verdad».Carlos admite haber pateado «dos o tres papeleras» de esas verdes y cilíndricas de plástico, antes de derribar la que le valió una paliza, asegura, de dos agentes de los que custodian la entrada a la embajada de EEUU.
«En realidad, la papelera está a unos 30 metros de la embajada.Recuerdo haberla pateado, y después caminé igual otros 30 metros hasta que, de pronto, escuché que alguien corría detrás de mí.Cuando me di cuenta estaba en el suelo. Lo primero fue un porrazo que me abrió la cabeza. Me gritaban: 'Así no vas a golpear más papeleras'. Y yo les decía: 'Vale, vale', pero no dejaban de golpearme. Me pegaron con las porras en la espalda, y en la pierna.Luego, encima, uno me puso la rodilla en la espalda y me golpeó la frente contra el suelo. Yo estaba un poco grogui, pero no me podía creer lo que estaba pasando. Uno era mayor que el otro, es todo lo que recuerdo de ellos».
Cuando recibió los golpes, Carlos iba descolgado de tres amigos que regresaron rápidamente cuando oyeron los gritos. Y ahí se produjo, según estos jóvenes, algo aún más insólito: uno de los nacionales, siempre según esta versión, habría sacado su arma reglamentaria y habría encañonado a los muchachos. Carlos: «Al parecer los policías pensaron que iba solo y me podían pegar sin que se enterara nadie. Al volver mis amigos, les decían: 'Iros de aquí, esto no tiene que ver con vosotros, es una intervención normal'».
Según el joven, estudiante de Segundo de Bachiller, a partir de que le piden que se identifique y ven que se trata de un menor, «los agentes se desentienden de mí totalmente. Les pedía el número de placa y no me lo daban. Aparecieron varios municipales y estuvieron todos hablando un buen rato. Ahí se debieron de dar cuenta de que habían metido la pata, porque no volvieron siquiera a tocarme. Conseguimos el número de placa gracias a los municipales».
De la embajada, cuenta, salió alguien con unas gasas. «El Samur tardó bastante en llegar, y apenas me preguntaron qué golpes tenía. Se limitaron a trasladarme a La Princesa. Llamaron a mis padres para decirles que su hijo se había caído y se había hecho una brecha en la cabeza, eso fue lo que les contaron. De allí nos fuimos directos a comisaría, después de que me hicieran un parte de lesiones en el que no aparece el golpe en el muslo, porque yo estaba grogui y no me di cuenta de decírselo».
Termina Carlos, que lleva dos días tendido en su casa: «No está bien lo que hice, no debí golpear esas papeleras, fue una tontería...Pero ellos no tenían derecho a pegarme así. Es un atropello».
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