jueves, 9 de octubre de 2008

EL HOMBRE NUEVO




Cuatro y cinco de la tarde.
Mateo entra apresurado en el portal, coge el ascensor. Tercera planta. Sale y llama al timbre de la segunda puerta a la izquierda. Mientras espera lee la placa.

Doctor D. Carlos Asensio
Psicólogo

Le abre la ayudante del doctor.
- Pase Sr. Mateo, el Doctor le espera.

Llega hasta la última puerta del pasillo y entra sin llamar.

- Siento el retraso, el tráfico está imposible.
- No te preocupes Mateo, ponte cómodo.

Deja su abrigo en el perchero, también la chaqueta. Se desata un poco el nudo de la corbata y se sienta en el diván, donde se quita los zapatos antes de tumbarse.
El doctor deja los papeles y sale de detrás de la mesa de su despacho, para sentarse un poco alejado de la cabeza de Mateo.

- ¿Estuviste este fin de semana pescando?
- Ya me hubiese gustado doctor, pero vino la hermana de mi mujer a pasar el fin de semana a casa y tuve que pasar dos días horribles aguantando a esos niños repelentes y al cerdo comilón de su marido.
- La familia, una institución que se tambalea.
- El que no se tambaleo fue el cerdo del marido de la hermana de mi mujer, no se movió en todo el fin de semana, comiéndose mis latas de mejillones y bebiéndose mis mejores vinos. Incluso llegó a tomar poder del mando a distancia. Llegué a pensar que empezaba a ocupar mi lugar en la casa, sentado en mi sillón, disponiendo del canal digital, con mi mujer tan simpática con él. Imaginé que por la noche se la tiraba. Parecía ocupar mi lugar en el escalafón de mi hogar.
- No has de preocuparte, sino disfrutar de la hospitalidad que puedes ofrecer.
- Los cojones hospitalidad, es un gorrón.
- Bueno, ¿y el resto de la semana, como fue?
- No sé Doctor, estoy intranquilo, estoy teniendo últimamente el mismo sueño una y otra vez.
- ¿De que se trata?
- Pues veras, igual te parece que estoy totalmente loco y después de contártelo vas a llamar al psiquiátrico a que vengan a ponerme la camisa de fuerza.
- Estate tranquilo. Soñando somos libres, es la libertad absoluta. Podemos soñar con las cosas que normalmente son tabú y no debemos de sentirnos mal por ello. No depende de nosotros, nuestros sueños son independientes, libres. Dime de que se trata.

Mateo saca un cigarrillo, lo enciende y da una gran calada que expira despacio.

- Es como esa película de Buñuel, no me acuerdo como se llama, o como la fantasía de los surrealistas. Se trata de salir a la calle y matar a alguien, subirse a una azotea con un fusil de mira telescópica y disparar. Matar. Una y otra vez me he visto disparando esa escopeta, o incluso pulsando el botón que hace explotar la bomba.

El doctor hacia pequeños hum, hum, asintiendo.

- Continua, dime, ¿matas totalmente por azar, como los surrealistas?
- Pues no, ahí es donde varía mi sueño, pienso en matar de un tiro entre ceja y ceja al presidente del gobierno, al presidente de la patronal, al presidente de la comunidad de vecinos, al presidente de la asociación de padres..
- Vaya, te ha dado por los presidentes...
- Si, pero no sólo a ellos, hay muchos cabronazos a los que sueño que me cargo.
- Al marido de la hermana de tu mujer.
- Exacto, eres un genio. Muchos cabronazos, si señor, que día a día te van haciendo más y más jodida la vida. Al capullo del quiosquero que no da ni los putos buenos días, al que te empuja en el metro, al pelota de mi compañero, y claro, a mi jefe..

Mateo siguió hablando desgranando una lista interminable de nombres y de personas con las que había soñado que mataba, para luego contar como le gustaría hacerlo. Pasaron los minutos hasta que un susurro del doctor le interrumpió bruscamente.

- Deberías hacerlo.

Mateo enmudeció de golpe.

- ¿Qué?
- Bueno, no me malinterpretes. Ahora eres tú el que va creer que yo soy el loco. Quiero decir, bueno, que en cierta forma tu sueño es muy normal, no eres el único que ha soñado con eso. El sueño funciona muchas veces como una expresión acentuada de nuestros deseos. Te gustaría dejar de ver a todas esas personas que de una forma u otra hacen que tu vida sea un poco más infeliz. Es ahí donde entra el sueño y llega a la solución por el camino más corto. Matarlos a todos. Una vida en la que no sepamos hacer realidad nuestros deseos, desde los más banales hasta los más inconfesables, es una vida perdida. Ese deseo oculto lucha por hacerse realidad y no va dejar de abandonarte por las noches hasta que no lo lleves a cabo. Mata. Verás la energía liberadora del deseo cumplido...

Mientras que el doctor hablaba Mateo daba vueltas por la estancia, incapaz de creer lo que estaba oyendo. No era un loco. El doctor le decía que adelante...a hacer realidad sus sueños.
El doctor seguía hablando, mientras a su espalda Mateo cogió un abrecartas de la mesa del despacho.
Se acercó al doctor y de un golpe se lo clavó en el cuello.

Cinco de la tarde.
Mateo sale a la calle. Es un hombre nuevo.

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