jueves, 19 de marzo de 2009
Los vigilantes
Pánico en el portal
Centenares de personas se refugian en diferentes porterías de Vía Laitena para evitar las represiones de los Mossos. La tensión y el miedo han sido los sentimientos dominantes durante toda la noche
Albert Domènech | Barcelona | 19/03/2009 | Actualizada a las 00:02h | Ciudadanos
"Esta noche nos van a chingar a todos". La voz de Martha sale entrecortada, tomada por los nervios y por un desconcierto que hace visible con sus continuados movimientos de cabeza. Está asustada, como las poco más de 25 personas, todas jóvenes, que han decidido resguardarse en un portal de Vía Laietana tras la contundente represión de los Mossos durante la manifestación de este martes. Una noche larga para ella, estudiante mexicana que está en Barcelona haciendo un Erasmus, y otros estudiantes como Luís, que no entiende lo que está pasando.
"He ido a la manifestación por curiosidad, quería ver cómo estaba la situación. Todo ha sucedido muy rápido, los Mossos han empezado a perseguir a la gente y nosotros, que íbamos tranquilamente por la acera, nos hemos visto involucrados en una batalla. No me ha servido de nada levantar las manos, me han golpeado con mucha fuerza en la pierna, y me he tenido que refugiar en este portal, ¿qué número es?" Habla rápido, le cuesta vocalizar, pero no tiene ningún inconveniente en levantarse el pantalón y enseñar la marca que le ha quedado en la pierna tras la carga. "Me duele mucho, son unos bestias", asegura un poco más tranquilo.
"De aquí no podremos salir nunca"
Las sirenas de los furgones policiales retumban en todo el portal. "Estoy empezando a tenerle pánico a este sonido, quiero que se acabe ya y que me dejen irme a casa", comenta cabizbaja otras de las estudiantes que esta noche ha decidido acudir a la manifestación. "No estoy de acuerdo con las actitudes radicales de muchos de los estudiantes, ni siquiera estoy segura de rechazar el plan bolonia, pero tampoco estoy de acuerdo con la represión policial de los Mossos, se están pasando mucho. He intentado salir dos veces de la portería y han venido a pegarnos sólo abrir la puerta, es indignante porque no hemos hecho nada", concluye.
El discurso de la estudiante se corta de golpe por unos gritos que provienen del exterior. "Están dando otra vez, de aquí no podemos salir nunca", asegura Laura, una chica italiana que también está de paso por la ciudad y que se ha visto sorprendida por los sucesos. "Parece mentira que esto esté pasando en Barcelona, me lo dicen y no me lo creo", asegura Laura mientras pregunta insistentemente a los compañeros que velan la puerta si ya se han ido los Mossos. La respuesta la recibe casi al unísono. "No, esta noche no llegamos a nuestra casa".
Cierra la puerta
Más sirenas, más gritos. "Cierra la puerta", grita Laura totalmente fuera de sí, "van a venir a por nosotros". "No pueden entrar en una propiedad privada, no lo pueden hacer", le responde otro de los estudiantes que ha quedado atrapado en la portería. Silvia se lo mira atentamente, también tiene ganas de hablar. "¿No pueden? Tampoco pueden pegar a la gente que se manifiesta pacíficamente y lo han hecho, a mi me duele toda la espalda, y sólo estaba mirando", exclama indignada. "Yo lo único que quiero es que estos mierdas se vayan a casa y nos dejen tranquilos, tengo hambre y me duele todo el cuerpo", señala Silvia. La estudiante está haciendo un posgrado en Barcelona y no se llevará precisamente un buen recuerdo. "Si esto es Barcelona, prefiero estudiar fuera", admite decepcionada.
Los compañeros de Laura le hacen caso y cierran apresuradamente la puerta. Miran a través del cristal, y quedan boquiabiertos. Una persona de edad avanzada, pide insistentemente a dos o tres mossos que le dejen pasar. Ellos contestan con un golpe de porra. "Pobre mujer, abrirle la puerta, dejarle entrar", exclama Laura. "No, ni hablar, si abrimos la puerta nos pegan a todos", admiten otros estudiantes. "No sé en qué portal estoy, sólo sé que estamos atrapados en un edificio de Vía Laietana y que no puedo salir porque tengo miedo a que me zurren". Es David que está hablando por teléfono con su padre. Acuerdan encontrarse en plaza Catalunya, "cuando haya pasado todo esto, yo no salgo hasta que no se vayan", repite con tono autoritario.
En el portal también se resguarda Gilberto, un estudiante mexicano, igual que Martha. "En mi país esto es mucho peor", confiesa en voz baja mientras examina con detenimiento las caras de sus improvisados y atrapados compañeros. "Llevo mucho tiempo en Barcelona y nunca había visto una cosa así", sentencia entre divertido y preocupado.
Los otros se miran, sin hablar con palabras, sí con la mirada. En la mirada se dibuja el miedo. Pocos minutos después, que se han hecho eternos, podrán salir por fin a la calle, para ir a sus casas. Asustados, tensos, impotentes, doloridos. No saben cuál es el número del portal que les ha refugiado. Da igual. Ahora, todo da igual. Las sirenas siguen sonando.
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