Fallecido este mismo año, Howard Zinn era conocido si acaso y ante todo por su People´s History of the United States [La otra historia de los Estados Unidos] [1], un libro que ha aparecido hasta en los Simpson y los Soprano, y que recomienda el personaje encarnado por Matt Damon en la película Good Will Hunting. Este libro, que ofrecía una visión de la historia norteamericana en términos de quinientos años de imperialismo, colonización y racismo, no fue bien recibido académicamente, y sus críticos lo tacharon de polémico y revisionista. En última instancia, Zinn era un activista, lo que se dejaba traslucir en su labor académica lo mismo que en sus ensayos más políticos.
Entregado a su editor un mes antes de su muerte, The Bomb [La bomba] entra en esta última categoría. En él, reúne Zinn dos ensayos, titulado uno "Hiroshima, breaking the silence" [“Hiroshima, romper el silencio”] y el otro "The bombing of Royan" [“El bombardeo de Royan”]. Joven deseoso de ser desmovilizado, Zinn recuerda haber celebrado el lanzamiento de la bomba atómica; significaba el final de una guerra a la que no deseaba volver. Había participado en el bombardeo de la ciudad francesa de Royan justo tres meses antes. El ensayo rememora esa irreflexiva celebración, así como el deseo de cumplir las órdenes de aquellos meses de 1945. Con pruebas históricas sostiene también que ninguna de ambas misiones fue necesaria y se pregunta qué fue lo que precipitó una acción militar que iba más allá de la lógica militar y las sensibilidades morales.
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Con todo, Zinn también se implica en argumentos más complejos que el del simple pacifismo. Se muestra crítico con las descripciones de cualquier parte de la humanidad como algo de “menor” entidad y apunta con razón a que sólo deshumanizando al enemigo podían estrategias como los bombardeos de saturación o el lanzamiento de bombas atómicas concebirse como posibles por parte de gente que las consideraba morales. Recuerdo un análisis de los medios de información por parte del sociólogo Christie Davies que explicaba cómo la humanidad podía en cualquier momento describirse en términos de seres humanos identificados, como miembros innominados de un grupo o como estadística, y que su estatus moral cambiaba en la cobertura de prensa dependiendo del grado de humanidad que se les concediera. “Dieciocho muertos en un accidente de autobús” construye a los muertos como estadística.
Así sucede en el caso de la guerra, en la que se deshumaniza o demoniza al “enemigo” hasta un punto en el que matarlo ya no se percibe como asesinato, y donde ya no son víctimas “inocentes” sino sólo “enemigos muertos”. Se trata de un proceso consciente del Estado y los medios de información que se puede observar en la censura de las filmaciones que documentan los efectos de las bombas atómicas en los años posteriores a la guerra. Zinn sostiene implícitamente que si nos colocamos en esa situación del “enemigo” y no podemos justificar la acción militar propuesta, entonces estamos moralmente en falta. Esto puede concluir en una suerte de pacifismo, pero de una clase tal que se hace cargo de las críticas de forma diversa y pide con más agudeza examinar cada acción propuesta a la luz de una moral globalizante.
En estos casos particulares, sobre todo el de la destrucción de Royan, poblado en realidad por aliados y no por enemigos, sostiene Zinn que motivos de orgullo militar, la experimentación de tecnología nueva (el napalm se usó por vez primera en Royan) y el deseo de venganza se impusieron al hecho de que nada de ello era estratégicamente necesario: el puerto era un elemento de diversión secundario que no representaba amenaza alguna al rápido avance de los aliados hacia Berlín en mayo de 1945.
Dicho esto, los mismos "males" que se suponía que la guerra iba a derrotar estaban implícitos en las acciones de los aliados. Todas las potencias aliadas tenían un historial de colonización y todas habían invadido previamente otros países en su interés, tal como se quejaban que hacían Alemania y Japón. Todas defendieron sus imperios contra los movimientos de independencia en los años siguientes a 1945. Todas en última instancia llevaron a cabo acciones militares con el resultado de miles y miles de civiles muertos. Churchill describió el bombardeo de saturación de Dresde como una “contundente incursión”. En aquella época, el racismo apuntalaba el sistema social de los EE.UU. tanto como avivaba la retórica de marchar a la guerra contra Japón y Alemania. También en este sentido, menos felizmente, “ellos” eran en realidad igual que “nosotros”. Sin embargo, la retórica de la guerra se atiene a un “ellos” considerado como algo menor.
The Bomb no es libro fácil de leer en algunas de sus partes, teniendo en cuenta lo que relata del sufrimiento infligido por los bombardeos: es un libro que enfurecerá a algunos. Algunos se resistirán a su análisis histórico, algunos a la mezcolanza de argumentos a su favor, y hay quienes dirán que Zinn simplemente no comprendió la verdadera naturaleza de las decisiones que había (y hay todavía) que tomar. Lo que muestra, sin embargo, es la división que existe entre los que circulan por los pasillos del poder, y aquellos de nosotros que no sabemos realmente lo que sucede y sólo disponemos de su defensa de la necesidad de que la guerra continúe.
Por desgracia, el libro de Zinn sigue siendo oportuno y crucial. Como último testimonio de una vida de trabajo académico y activismo, nos sirve para tomarnos bien en serio todo lo que escribió.
Notas del t.
[1] La otra historia de los Estados Unidos, Ed. Hiru, Hondarribia/Fuenterrabía, 1997.
[2] Recuérdese que los cuáqueros, o quakers, comunidad religiosa disidente nacida en la Inglaterra del siglo XVII, se han distinguido tradicionalmente por su activo pacifismo y su compromiso humanitario, salvo rarísimas excepciones, como la del presidente norteamericano Richard Nixon.
Ben Dandelion es profesor honorario de estudios cuáqueros de la Universidad de Birmingham.
The Guardian, 23 de septiembre de 2010. Traducción para sinpermiso.info: Lucas Antón
Extraido de La Haine
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