jueves, 27 de enero de 2011

Torturas

Otros guardias civiles se encargaron entonces del joven de Errotxapea, y antes que nada le dejaron claro que «eran un grupo especial. Me dijeron que hasta ahora todo habían sido risas, pero que entonces empezaba la pesadilla, y que yo estaba `muerto como militante'. Las amenazas sicológicas eran constantes: con la familia, con todo...»

En esa nueva fase, camino a Madrid, empezaron los golpes. «Estaban obsesionados con los testículos y con los tocamientos, pero también me pegaban en la cabeza. Poco a poco pierdes la noción hasta de quién eres. Se me hizo eterno. Cuando bajé del coche, no podía ni mantenerme en pie, no sé si por la tensión, por los golpes... Tuvieron que llevarme entre varios».

De ahí «al `agujero', a los calabozos». Beortegi remarcó sobre todo el silencio total y la oscuridad absoluta. Permaneció con un antifaz en la cabeza en todo momento. De vez en cuando lo sacaban para los interrogatorios. En ese punto de la narración hizo un alto para tragar saliva, y siguió: «Eran golpes continuos en la cabeza. Y me ha- cían estar en cuclillas hasta la extenuación; entonces, cuando no podía ya ni respirar, me ponían una bolsa en la cabeza. Todo esto era continuo», subrayó.

A partir de ahí, el joven de Iruñea captó cómo funciona el mecanismo de las autoinculpaciones: «Te van sacando nombres, los nombres que ellos quieren que salgan: entorno familiar, amigos, gente que trabaja contigo en el barrio... Te hacen hacer un organigrama». Todo ello entre golpes y humillaciones.

Llegó un momento, explicó Beortegi, en que «les dije `vale, colaboro, hago lo que queráis, digo que he matado a Manolete... Entonces aparecieron con las preguntas y las respuestas, escritas. Estuve una tarde para aprendérmelas. Metes `marrones' a los demás, te `enmarronas' tú mismo, lo que sea... Entonces te meten otra vez al `agujero' y la cosa se tranquiliza un poco. Luego vinieron y me dijeron `vale, pero esto es lo fácil, ahora ratifícalo ante el juez y saldrás en libertad'».

En ese momento, según admitió Beortegi, «yo asumía ya que eso era así. Pero en el último momento decidí que no, que iba a decirle al juez la verdad». Quedó libre en la tarde del viernes. Atrás quedaban más de 85 horas en manos de la Guardia Civil.

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