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“El domingo 19 de septiembre de 2010 recibo la llamada de un inmigrante alrededor de las 17:15 horas. Se trataba de un ecuatoriano que conocí por mi trabajo fotográfico en Plaza Elíptica (lugar de reunión de extranjeros que buscan trabajo). Este hombre me avisa de que en la Casa de Campo la policía estaba desalojando violentamente a los vendedores de comida. Llamo a Olmo Calvo Rodríguez, fotógrafo y compañero del diario Diagonal, donde colaboro, y me informa de que otro fotógrafo, Sylvain Cherkaoui, está allí. Llamo a Sylvain y él me dice que todo está acabando, que lo más violento del desalojo terminó.
Yo decido ir junto a mi compañera y periodista Soraya Constante. Saliendo del metro Lago, yo me adelanto a Soraya para comenzar a sacar fotos. Habría hecho unas siete fotos cuando me para un policía municipal para preguntarme si estoy haciendo fotos, luego me pide mi acreditación. Le digo que mi acreditación la tiene mi pareja, Soraya, que estaba a unos 100 metros de donde yo estaba. La llamo. Otros policías se acercan.
De repente un antidisturbio de la policía local con casco se acerca, me empuja, me da un golpe en la cara y me quita la bolsa de fotografía. Le digo que es mi herramienta de trabajo, que la traten con cuidado. Me vuelve a empujar contra otro agente. Llega Soraya, les da mi acreditación pero como ve que me agreden, ella se queja y pide que no me agredan. Entonces, la agarran tres policías de los brazos, le dicen que se acredite y ella dice que necesita sus manos para acreditarse. Le dicen “¿qué haces aquí? ¡Vete a tu puto país!” Ella dice que es periodista. Le tiran del bolso y le dan continuos golpes en el pecho y los insultos xenófobos continúan.
En eso, otro policía se acerca y dice, refiriéndose a mí: “A éste lo conozco, es el fotógrafo de Lavapiés que siempre nos está jodiendo”. Se avalancha sobre mí y me agarra del cuello sofocándome como 30 segundos. Pensé que iba a perder el conocimiento. Yo no pongo ninguna resistencia pero les digo que los voy a denunciar y que me den su número de placa. Repito esto varias veces. El que me agarra del cuello dice que en vez de placa me van a dar dos hostias.
Luego el policía municipal que me estaba identificando inicialmente me pone contra la pared y me dice que abra las piernas. Lo hago. Dice que las abra más y más hasta dejarme dolido y estirado muy cerca del suelo. Me cachea vejatoriamente: me agarra de los testículos con fuerza, me tira del pelo y me hace sacar los zapatos. Me dice: “Las próximas fotos van a ser de ti con la cara partida en comisaría”. Me meten descalzo en el coche.
Durante todo este tiempo mi mujer reclama que paren. Se acerca un policía que parecía jefe y le pregunto si es el jefe del operativo y le pido que paren los abusos. El oficial responde que no hay ningún operativo y me llevan a la comisaría de Moncloa Aravaca donde ya están hace más de una hora los tres detenidos ecuatorianos de Casa de Campo. Eran una mujer y dos hombres. La mujer tenía moratones en la cara y me contó que le pegaron en la patrulla de la policía.
Después de dos horas me devuelven mis zapatos para llevarme al médico. Yo tenía marcas en el cuello y en la cara, que refleja mi parte médico. A los tres ecuatorianos y a mi nos pusieron en una celda esposados durante cinco horas sin decirme el porqué estoy detenido. Cuando me quejé de estar con las esposas tanto tiempo apagaron la luz de la habitación donde estábamos. Mas tarde entran, leen los derechos a los ecuatorianos. A mi no me los leen, me dan un papel y me dicen que si estoy de acuerdo que firme, también me dan un papel con la lista de mis pertenencias pero esta inexacto porque figuraban “dos objetivos marca Canon” y yo tenía tres y figuraba “dos tarjetas de memoria” y yo tenía cinco. Un documento no lo firmo y otro pongo “no conforme” y lo firmo. No me acuerdo cual firmé y cual no.
Luego entra un policía nacional y dice “yo creía que los cuatro eran guachupitos.” Le pregunto que dijo y lo repite, y le digo que es un comentario racista y le pido el número de placa. Él dice “te voy a dar tres números y una hostia en la calle sin uniforme”. Otro policía me dice “perro flauta.” Pido el Habeas Corpus por detención ilegal. Me dan un papel y yo escribo la petición del amparo del juez. Y espero que me lleven a los juzgados de Plaza Castilla hasta la una de la madrugada del lunes 20 de septiembre. El juez que recibe el Habeas Corpus lo desestima y me devuelven a la comisaría. Mi abogado que llega el lunes por la mañana me dice que un policía le dijo que me van a tener lo más posible encerrado porque es “un caso complicado”.
El lunes por la noche me llevan junto a los ecuatorianos a la comisaría de Moratalaz. El martes 21 de septiembre a las dos de la tarde me ve la jueza en Plaza Castilla. Me lee el atestado: me acusan de “iniciar los disturbios”. La policía dice que me reconocen tirando piedras “porque entre todos los latinos hay un hombre alto, rubio y con coleta y una hora después me intentan documentar y agredo a tres policias”. Luego le digo a la jueza lo que en verdad sucedió y me libera con un parte de “resistencia a la autoridad”. En noviembre tenego que volver a al juzgado a declarar nuevamente.
Al salir del juzgado me devuelven mis pertenencias. Todo menos mi equipo de trabajo. Curiosamente me devuelven objetos pequeños que tenía en mi bolso de fotografía como un estuche de limpieza de cámara y un cristal de un lente, pero falta: una cámara Canon 5D, una lente Canon 70-200mm f/2.8, una lente Canon 18-40mm f /4, una lente Canon 50mm f/1.8 y cinco tarjetas compact flash de memoria: 1 una tarjeta de 8GB, tres tarjetas de 4GB, y una tarjeta de 1GB. La jueza me dijo que si mi equipo fotográfico no estaba en el juzgado, que presente un escrito. Mi abogado presentará un escrito para recuperarla así como también presentaré una querella por lo arriba mencionado. Tampoco me devolvieron las fotos que hice en Casa de Campo, entre las que estaban las fotos del bautismo de mi primera sobrina que fotografié el sábado 18 de septiembre, un día antes a ser detenido.
Hay que añadir que la policía viene perjudicando mi labor profesional reiteradamente. La primera vez que la policía me paró fue el 22 de junio, cuando fotografié a un inmigrante que era golpeado en el metro de Lavapiés. La segunda fue el 24 de julio, cuando intenté fotografiar una redada de inmigrantes en el metro de Legazpi. En ambas ocasiones fui llevado a la Comisaría de Sol, donde he tenido que entregar primero la tarjeta de memoria y luego la cámara.
Hasta la fecha no he recuperado ninguno de estos objetos que son en verdad mi herramienta de trabajo. Por el primer caso tengo una citación judicial para octubre y el segundo ya ha sido desestimado y el fiscal está localizando mi equipo fotográfico para devolvérmelo. También por el segundo caso yo presenté una denuncia por retención ilegal a los juzgados y al Defensor del Pueblo y este ultimo me ha informado ha dado trámite a mi denuncia y pedirá explicación de la policía. Desde julio he estado trabajando con cámaras que me han dejado otros compañeros y para un reportaje que hice recientemente en Francia tuve que alquilar una cámara, que es la que ahora está retenida y trato de recuperar.”
Tres tortazos con ambas manos. El sonido contra la cara del detenido es sordo. Está esposado y contra la pared. "Hala, ya está, ¿quieres más?", dice el agente de la Policía Municipal de Alcorcón. Se oyen otros dos golpes pero el teléfono móvil no llega recoger más que el sonido. La presunta agresión ocurrió el 21 de febrero del 2009. Los informativos de Telemadrid la sacaron ayer a la luz, tras lo que el Ayuntamiento abrió una investigación y suspendió al agente de empleo y sueldo.
La secuencia -grabada en las dependencias del cuerpo en la calle de la Jabonería de Alcorcón- recoge al detenido, arrestado por conducir ebrio, con sus manos esposadas en la espalda. Se le ve alterado y se queja al policía que parece estar al mando de que otros agentes le han golpeado. "¿Y si te pego yo?", le contesta. El detenido le desafía. "Pégame, pégame". El agente cae en la provocación y le golpea con las palmas de las manos abiertas cinco veces la cara del detenido, de tez morena. La fuerza de los golpes le lleva contra la pared. "¿Quieres más? ¿Pero con quién te crees que estás hablando? ¡Pintamonas!", remata el presunto agresor. En las imágenes se ve como al menos otros cuatro agentes siguen la escena sin intervenir ante los golpes al hombre esposado. El detenido fue puesto en libertad poco después. El agente, que era cabo en el momento de los hechos, ha ascendido a sargento del cuerpo, según confirmaron ayer fuentes policiales.
El consistorio de Alcorcón condenó ayer el maltrato, suspendió cautelarmente al agente y trasladó las imágenes a la fiscalía para depurar responsabilidades.
EL APUNTE
El detenido no denunció los golpes
Había sido una actuación difícil. Fueron necesarias varias patrullas para reducir al esposado de las imágenes, que opuso una gran resistencia y arremetió contra varios agentes antes de ser trasladado a las dependencias policiales, según pudo saber ayer ADN. Cuando fue puesto en libertad tras la detención no interpuso denuncia alguna por las bofetadas. La Policía Municipal supo de las imágenes hace dos o tres días. Desde el seno del cuerpo señalan que es un hecho aislado y defienden la profesionalidad de los 270 agentes de la plantilla.
LAS REACCIONES
«La resolución ya está tomada. Es un hecho muy grave y condenable y vamos a personarnos como acusación particular»
Enrique Cascallana
Alcalde de Alcorcón
«Un policía debe dar ejemplo. Que se aplique la ley, ya vaya de uniforme o vestido de payaso»
José Fco. Cano de la Vega
Unión de Jefes de Policía Local
Este viejo mundo se esfuerza por mantenerse vivo. Su fuerza motor y patrimonio: la violencia. Lo mas cruel, lo mas bárbaro pero todavía la cara mas real, que se hace visible con la represión de cada resistencia, de cada amenaza que se gesta en su interior.
Terminemos con las estúpidas argumentaciónes que rodean las operaciones policiales para terminar con la violencia de los que están fuera del sistema. El cual declare tan definitivamente que está en contra de la violencia, simplemente miente a los demás y a si mismo.
La violencia es un constituyente básico de este mundo.
Se localiza en nuestra percepción del lugar que se define desde la frontera entre nuestras casas y la de nuestros vecinos, la cual constituye un controlado y previsible ambiente. Caracteriza sus ritmos del dia a dia mediante división del tiempo y de su venta a cuantos disfrutan de superioridad económica.
Rige las relaciones, por medio de las separaciones, y de su irreflexiva asimilación que conducen a la división de los humanos. Su mas cruel expresión es el retórico razonamiento de lo anterior mediante la falsa excusa de algunas libertades que en esencia son en si mismas nuestros grilletes.