La deportación masiva de gitanos a Rumania y Bulgaria ordenada por el gobierno del presidente francés, Nicolas Sarkozy (judío de origen húngaro), resulta particularmente perversa. Segundo país más pobre de la Unión Europea, la población de Rumania es sumamente hostil a los 2 millones de gitanos que viven allí, a más de un gobierno que para cumplir con el FMI acaba de bajar 25 por ciento el sueldo a los funcionarios, y de subir el IVA a 24 por ciento.
En días pasados, el presidente rumano, Traian Basescu, llamó gitana asquerosa a una periodista, y el canciller Teodor Baconschi declaró en febrero que “…algunas comunidades rumanas tienen problemas psicológicos (sic) relacionados con la delincuencia, especialmente las comunidades gitanas”.
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