No hay duda que uno encuentra en el hincha de fútbol una rara acumulación de sentimientos que se oponen. Está la gratuidad del acto, la ignorancia, la incapacidad del vándalo para asociar los elementos que determinan la realidad que lo rodea. Pero también hay una sensación de rebelión. Esto no sugiere que la rebelión tenga lugar, ya que a menudo en el hooligan es el instinto de manada el que prevalece. De hecho no es verdad que quien pelea en los estadios se rebele individualmente. Ellos están casi siempre regidos a través de procesos de alistamiento, financiados por variados clubs, trayendo consigo estructuras de equipos, símbolos, eslogans, trozos de vieja ideologías, etc.
El compañero que actúa atacando una estructura del enemigo, incluso queriendo acudir a la posible identificación de un planeamiento meramente "objetivo", recurre a diferentes motivaciones, desde una maduración social mas articulada. Si, en la esfera individual, el hooligan no sabe como pasar el domingo en manera entretenida, el compañero involucra todo su ser en el ataque a un objetivo. Entrando en la dimensión destructiva, él hace un quiebre con la persistente tradición de lo cuantitativo, del crecimiento y de institucionalización de la vida regulada por otros; he aquí la diferencia.
En mi opinión, la clave de la explicación hay que buscarla en comportamientos que tienen una importancia subjetiva, sin que aquellos comportamientos se abandonen a si mismos, por esta razón, a la atomización, a la condición elemental de componentes aislados sin cohesión entre ellos. Y es obvio que tenemos miedo de empezar de este sencillo elemento, tenemos miedo de reconocer que es posible que la motivación individual sea un punto de inflexión. Y tenemos miedo porque por ciento cincuenta años nos han señalado que es necesario partir no desde el individuo, sino desde la clase, del análisis objetivo, desde la historia, desde los mecanismos intrínsecos adentro de la historia, desde aquello que se llamaba “materialismo dialéctico”. Aún no nos hemos liberado totalmente de esa herencia.
extraido de Alfredo M. Bonnano - La Destrucción y el Lenguaje
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